A raíz de mi reciente maternidad, he sido consciente de muchas de las etapas o fases por las que pasa una mujer a lo largo de la gestación, del parto, el postparto y la crianza.
En muchas de esas fases la mujer se siente o se ha sentido sola. Aquí quiero hablar específicamente del Parto, y en concreto, de aquellos partos que resultan traumáticos para la madre y probablemente para el bebé.
Tanto por mi práctica clínica como por mi curiosidad innata por conocer la experiencia única de otras personas, he podido escuchar y atender muchas experiencias relacionadas con el parto. Muchas de éstas resultan ser traumáticas para la madre, y en consecuencia, para el bebé.
En mi propia experiencia personal, sentí la necesidad de «expresar» aquello que experimenté como más duro y/o traumático, y no pude pasar página hasta que no hice algo reparador con ello.
Cuando la experiencia es traumática podemos tener flash backs, pensamientos intrusivos, imágenes o recuerdos intrusivos, sueños y/o pesadillas, entre otros. Esta es la manera que tiene nuestro cerebro de decirnos: ¡Oye! ¡aquí hay que mirar esto! es cómo si nos señalara el camino hacia la curación. Lamentablemente, la mayoría de las veces no le hacemos caso.
Es importe que la madre pueda neuroprocesar la experiencia de parto vivida para que su cerebro pueda integrarla y ésta no quede encapsulada y disociada.
Neuroprocesar el parto traumático no sólo beneficia a la madre, la simbiosis o vínculo madre-bebé también se ve beneficiado. Integrar la experiencia ayuda a la madre a estar más presente para su bebé pues la energía que dedicaba su cerebro a sobrevivir al dolor de la experiencia traumática queda liberada.
Acompañar a mujeres a neuroprocesar su parto traumático es un honor para mí. Me genera una profunda satisfacción ver el alivio y liberación que se genera en la madre, esto la aporta calma y serenidad, y su bebé se beneficia de ello.