Nos hacemos dos tipos de preguntas de forma automática ante situaciones estresantes.
- Percepción de la amenaza: ¿Esta situación representa una amenaza para mí? ¿Pone en mi peligro mi bienestar? Valoramos hasta que punto nos beneficia o perjudica.
- Percepción de los recursos: ¿Qué instrumentos tengo para hacer frente a esta situación? ¿Qué puedo hacer? Valoramos los recursos que poseemos, tanto personales y sociales, como económicos e institucionales, para hacer frente a la demanda del entorno. En función de esta valoración consideramos si poseemos los medios y capacidades para hacerle frente a la situación.
La combinación de estas dos evaluaciones determina que la situación sea percibida como un reto o una amenaza. En esta valoración tienen gran influencia las experiencias previas y el autoconcepto que tenga uno sobre sus propias habilidades y destrezas:
- Reto o desafío: consideramos que los recursos propios son suficientes frente a la situación. Movilizamos nuestros recursos y generamos sentimientos de eficacia y de logro (Eustrés).
- Amenaza: consideramos que no poseemos los recursos para hacer frente a la situación, nos sentimos desbordados por ella (Distrés). Generamos respuestas ansiosas y sentimientos de inseguridad e impotencia.
Existe la posibilidad de gestionar el estrés potenciando aquellas técnicas o recursos personales que nos ayudarán a enfrentarnos y adaptarnos al mismo.
Para más información al respecto puede consultarse: MC Mutual. (2008). “Stop al estrés: cómo gestionar el estrés laboral”.